Nuestro futuro y nuestro sentido está en saber situarnos y responder a los problemas de la humanidad. Como mujeres consagradas, nuestra misión está en dar una respuesta audaz desde una vida comprometida por el Reino. Estamos llamadas a ser mujeres que, desde nuestra humanidad, vivamos el encuentro con las personas con entrañas de misericordia y de acogida a la diversidad: estamos llamas a ser testimonio vivo de perdón y de gratuidad en la vivencia de la propia misión.
Nuestra opción de vida nos impulsa a ser mediación de comunión en la sociedad y nos convoca a la búsqueda de nuevos estilos de vida y de una espiritualidad que genere vida y esperanza; nos compromete a estar atentas a nuevas formas de expresar la fe, nos pide tener un corazón y un espíritu bien dispuestos para descubrir, en estas nuevas formas, el paso del Espíritu que llama a la comunión y a la unidad..